Bastó recorrer la primera cuadra de la feria para cruzarme con él. Ahí estaba imponente como siempre. Apresuré el paso, no quise que se percatara de que estaba ahí. Unos puestos más y vi a esa otra figura emblemática de mi familia. Oh my God!! Qué antigua soy para que objetos de mi infancia estén en una feria de antigüedades!!!
Familia de clase media, de gente como una ¿ viste? Común, bah.
Ese encuentro cercano con objetos lejanos, trajo a mi mente el infaltable fuentón de aluminio, en el que religiosamente, cada invierno, se quemaba el eucalipto.
Recuerdo. Familia. Infancia. Eucalipto.
Éramos de esas familias tradicionales. ¿ viste? Descendientes del viejo continente, reciclados a la nueva patria; conservadora de los usos y costumbres europeas trenzadas con las campestres: mucha pasta, buen asado, demasiado vino; sin miedo al trabajo, de religión católica, pero abierta a las maravillas de la gran ciudad cuando mis padres se mudaron a Buenos aires.
Tradición. Inmigrantes. Religión. Mudanza.
Instalados en la ciudad, fueron perdiendo el acento extranjero y la tonada del campo, pero adquiriendo nuevas palabras, nuevas costumbres.
La leche venía en botellas, el jugo en sachet, el flan en caja.
Para hablar por teléfono, salvo para llamar al campo, no había que pedirle a una señora que nos comunicara.
Trajeron en la mudanza un elefante blanco, regalo de una paisana, que siempre debía mirar hacia la puerta, y tener un billete enroscado en su trompa. Eso nos traería suerte, dijo.
Pero, ¿y la religión? ¿Y el colegio de mojas? ¿Y las oraciones de la noche? ¿Estudiar y trabajar? ¿Y el elefante??
Cambios. Botella. Operadora. Sacramentos. Suerte.
Bueno, no es tan grave, después de todo es solo un elefante, que con un billete en su trompa renovable según la inflación, trae suerte si mira para la puerta.
Además, el exótico paquidermo estaba rodeado de estampitas, imágenes de santos y ramas de olivo que lo vigilaban atentamente.
Supongo que el elefante no se adaptó al cambio o no miraba a la puerta correcta, porque mi mamá se cansó de esperar la fortuna y un día trajo a un ser sobrenatural de la cultura popular que atrae suerte y prosperidad y además le robaba cigarrillos a mi papá.
Esta nueva adquisición familiar, Ekeko, debía estar rodeada de los víveres y bienes que uno quería alcanzar y además fumar!
Mi papá comenzó a esconder sus cigarros de marca y mi mamá a comprar tabaco ordinario para el sujeto, que aún descansa dentro de un modular con su boca chamuscada; mientras el trompudo, vaya a saber en qué mudanza decidió traernos suerte y se rompió.
Santos. Fortuna. Elefante blanco. Ekeko. Recuerdos.
Maria María Cecilia Marsili 22/08/17
Suerte
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